Estado de gracia
Por Humberto Figueroa
La recuperación del estado de gracia después de los desastres que nos han tocado en los pasados cuatro años es una tarea de mayor relevancia.
Las desgracias provocadas por el desgobierno, los huracanes de temporadas en la pasarela del Atlántico y el Caribe, la multiplicación y mutación del virus pandémico, los temblores y el terremoto van obligando a unas modificaciones en la vida cotidiana borincana.
Antonio Martorell desde el Taller de la Playa en Ponce se acuarteló con sus amigos y colaboradores para corresponder, frente al asedio, desde el arte como afirmación de vida ante tanta muerte.
Le sirvió de impulso como creador un libro, retratos desde cámaras en teléfonos celulares, el descubrimiento de fotos de familiares y amistades de valor histórico y las contradicciones del gobierno sobre la cantidad de fallecidos por el colapso de servicios esenciales por el huracán María. A ello se sumó las luchas de los migrantes por cruzar fronteras cerradas ahora para los descendientes de pueblos originarios, pobres y trabajadores.
Los retratos pintados sobre telas de tapizar, brocados gruesos y felpas traen al día su magistral conjunto de la serie El Álbum de familia del 1978. La fotografía y el cine son dos principales fuentes de su formación intelectual antes de salir a ver colecciones enciclopédicas en otros países. Ya desde su Catálogo de objetos del año 1972 se evidencia una mirada que prefiere hacer enmarques de tipo foto- cinematográfico evadiendo embarcarse en narrativas reiterativas. En las series de pinturas realizadas del 2017 al 2021, la extensa trayectoria de Martorell como diseñador gráfico aflora en el planteamiento compositivo. El acercamiento a su proceso de elaboración de cuadros supone un reto para su temperamento que prefiere vencer obstáculos y desafíos desde su mano. Los diseños en los textiles de telas que utiliza de soporte lo llevan a silenciar el análisis racional una vez va fluyendo con los ritmos de la pintura. Se deja llevar por esa dinámica para interpretar con fidelidad el modelo mientras establece una atmósfera de luces cálidas y sombras mudas.
Martorell sostiene su rol como cronista de las tensiones políticas en la Isla y el mundo. Evidencia ese trabajo de acción política desde sus talleres de grabado, desde el ICP al Taller Alacrán en el año 1968 y otros talleres en PR, Estados Unidos, el Caribe, América Latina y Europa. La obra Once es un ensayo pictórico sobre el primer puertorriqueño acusado de asesinato y juzgado por un tribunal militar del ejército de Estados Unidos en 1899 a menos de un año de la invasión. La travesía por Entretelas culmina con la instalación El muro mortal y la pintura Trece coronas para un virus. En estas dos obras Martorell se refiere a las artes funerarias, la estética, el decir y escribir en momentos de pérdida de seres queridos. La frontera real y la del mundo alternativo están presentes como umbral inevitable. Al fondo, la instalación de pared Camafeos nos remite al retrato como sombra, origen y destino. En el contexto de su montaje en torno a la rama desprendida por el huracán María, invita a la reflexión sobre la familia biológica, la escogida y la comunidad global que hoy sostiene su lucha contra tanta adversidad desde las fuerzas del arte, la ciencia y la amistad.
Antonio Martorell / Entretelas