Iván Girona

por Rubén Alejandro Moreira

girona picLas decantaciones químicas suelen ser procesos complicados, las del arte, en cambio, son, además, sutiles, y siguen dando la impresión de la magia. En ese afán de depuramiento formal y espiritual, la muestra Sacro Corpus de Iván Girona, permite al público acercarse una vez más a una obra cada vez más intensa en sus exploraciones y sus hallazgos. En la práctica artística, el tiempo suele ser un factor crucial a la hora de ir configurando un mundo personal, y en la trayectoria de este artista, se van ampliando registros, pero también, como decíamos al comienzo, se filtran los recursos antes utilizados en pos de resultados más prístinos que los anteriores. Girona es uno de los artistas nuestros que sigue estudiando para ver cómo toma una nueva curva inesperada en el camino.

Si bien, conocemos sus exquisitos trabajos en metacrilato, con un colorido exuberante, y por otra parte, al dibujante virtuoso con sus figuraciones imaginarias, ahora, tenemos en la muestra, su incursión en la cerámica, que expande su propuesta artística. No obstante, las obras aquí expuestas van dando pruebas en los tres medios, de una madurez que se gana a fuerza de reflexión y de trabajo constante. Los dibujos aquí expuestos tienden a subrayar volúmenes, marcar sombras; son leves, pero enigmáticos, y bien como dirigiendo la atención hacia sus nuevas búsquedas ahora en el medio de la cerámica. La incursión en el barro, ha obligado a Girona a concretar volúmenes en el espacio, y pulir superficies, que ahora imponen su tridimensionalidad, mientras antes eran sugeridas en sus trabajos bidimensionales. Eso le ha permitido experimentar lo escultórico de cerca. Así se comprueba en Madonna y en Sagrado sexo, ambas del 2019. La imaginación del artista, lo inclina a yuxtaponer formas de especimenes distintos de cualquier reino natural. Aquí sus formas cobran una sensualidad por la invitación al tacto sobre una sinuosidad de cavidades y protuberancias. Se establecen como opuestos, como principio masculino y femenino, como ejes rectores de una jerarquía compositiva.

Como decíamos poco antes, los dibujos, quizás sean el puente de lo bidimensional a lo tridimensional. Entre procesos naturales, determinaciones sociales o científicas, la configuración de protagonistas surreales le brinda el carácter alucinatorio, acostumbrados en sus trabajos de papel. Fermentación, Profeta, Herencia, El bautizante, Tentado, todos del 2019, permiten la convergencia de lo vegetal y lo animal. Muchos de los protagonistas de estos dibujos a tinta tienen una vertiginosa hibridez en su factura. Hay rasgos de tubérculos, de crustáceos, de órganos humanos camuflados por virtud intuitiva. No obstante, estos dibujos son intencionalmente más esquemáticos que rigurosamente detallados. Esto, entiendo, se debe al tránsito que se está dando en la obra de Girona hacia lo tridimensional. Las necesidades internas lo inclinan a subrayar volúmenes, insinuar sombras, y basta. Ese cuerpo tenue comienza a invadir nuestro espacio, y el diálogo entre el dibujo y la cerámica se da en voz baja.  Gran contraste, en cambio, cuando examinamos los nuevos trabajos en metacrilato.

Ya comienza a advertirse también en algunas piezas en metacrilato, la necesidad de expandirse en todas las direcciones. Y hay que decirlo, las obras en metacrilato han alcanzado un nivel de sofisticación y poesía extraordinario. Ejemplo de la irrupción de la tridimensionalidad en la policromía del metacrilato, es la pieza Resurrección (2019). Desde hace más de un año, Girona viene confeccionando bocetos para futuros trabajos en los que se engarzan las piezas de metacrilato unas en otras, creando un magistral rompecabezas. Julio Cortázar lo denominaría Modelo para armar, Girona lo titula Sacro Corpus. No obstante, no es sólo el que los volúmenes han ido cobrando espacio en el espacio, sino las inusitadas armonías de color, así como un uso más osado del metacrilato en su transparencia. Del 2018, Axiomas traicioneros, Iluminación y Orbes; del 2019, Coronado, Perdore Rex, Señalamiento e Iluminado. Mientras los metacrilatos del 2018 daban la impresión de tener una aproximación más inclinada al retrato de un personaje fantástico, las más recientes se inclinan hacia la amplitud del paisaje. Decíamos que el cuerpo se extiende en el espacio. La pasión de Girona por ciertas manifestaciones de la naturaleza que él recoge en su obra de modo lírico, se vuelca en Sacro Corpus con una nueva preocupación, que es detonante de varias consecuencias plásticas. Entendemos que ese nuevo enfoque está dictado, como decíamos, por su incursión en la cerámica y en la tridimensionalidad del metacrilato. Hay una necesidad de encarnar, de que el cuerpo sea palpable en el espacio. Esto es un cuidado formal que estaba por brotar, y que ahora comienza a consumarse. Esto es obra en tránsito, ¡pero qué transito! Y en esa vía iluminada, la unión entre carnalidad, sexualidad y constitución de lo sagrado, se nos manifiesta por medio de la simbiosis de forma y color. Incluso, la transparencia juega el papel más crucial en estos trabajos, pues nuestra mirada traspasa el soporte casi como un rapto. Vemos el frente y buena parte de lo que está detrás. No es extraña esta voracidad sacralizante, pero también carnal. Devoración mediante la vista. Una hostia de colores se levanta. El dramaturgo francés Jean Genet decía, que levantarla en el momento culminante de la misa, era el acto más obsceno de todos.


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