Daniel Lind-Ramos

daniel lindEn primera persona plural

En el intento de crear en mis pinturas un mito  fundacionaldonde se plasman los albores de la fragua de identidad puertorriqueña, encontré en la luminosidad particular de mis óleos el elemento unificador de lo diverso. En este sistema, para lograr el equilibrio, todos los matices cromáticos tienen importancia en el cuadro: desde la pincelada más pequeña hasta la aplicación pigmentaria más ambiciosa, cada elemento compositivo articula y participa, desde su especifidad, de la totalidad de la imagen.

En Puerto Rico, la diversidad racial (sin mencionar las consecuencias socioeconómicas que ésta acarrea), es una de las causas que afecta, como en tantas otras regiones del mundo, nuestra convivencia. El legado ideológico de la esclavitud, aflora como un resabio negativo en el comportamiento colectivo. Este, entre otras razones, es producto de la ignorancia, del desconocimiento de la historia que nos ha formado como pueblo. Por esto la intención de las imágenes de mis pinturas es crear el relato en el cual se forjó nuestra identidad. En esta narrativa los personajes, que emergen de la luz con poses y gestos ritualistas, buscan un equilibrio aproximado que permita conseguir la convivencia armónica tan evasiva en la realidad. Mi aspiración ha sido crear una “utopía de la luz”. La luminosidad pretende provocar una reflexión sobre la posibilidad de belleza que puede haber, tanto en el arte como en la vida misma, en la armonía de las diferencias. Así procuro un mejor entendimiento de lo que a pesar de todo somos: puertorriqueños de color (es)...oscuros, como sucede cuando mezclamos todos los pigmentos de la rueda, o claros , como cuando unimos todos los rayos primarios de la luz.

Otras urgencias, producto de la particular situación actual isleña, (que tienen sus tangencias, como en otros países, con las consecuencias de la globalización) me han llevado a experimentar, desde principios de los años noventa, con el “arte objetual”usando el ensamblaje como medio de expresión. En Puerto Rico, como en muchas otras partes del mundo, comunidades tradicionales de escasos recursos económicos y sin protección legal alguna, están expuestas al riesgo de desaparecer debido a la construcción desmedida de urbanizaciones, hoteles, condominios y centros comerciales. Estos sectores, por su ubicación estratégica cerca de bellas playas o situadas en importantes cascos urbanos son apetecidos por desarrolladores que, indiferentes a la aportación cultural de estos comunidades, utilizan cualquier recurso para desplazarlas. No obstante, los vecinos de estos lugares se han organizado y han dado la  lucha para permanecer en sus sitios ancestrales. Mis ensamblajes constituyen un homenaje a estos sectores cuyas expresiones son parte fundamental de la puertorriqueñidad. En Loíza, por ejemplo, barrios como Tocones y Colobo desarrollaron una economía alrededor de las palmas de coco, y esa actividad produjo a su vez una cultura (culinaria y artesanal) relacionada cuyos productos son una parte importante del perfil de la cultura puertorriqueña que se propaga por el orbe. Así que en estas obras, los grandes calderos y las ollas, los oscuros burenes, los ásperos guayos, y las estacas para mondar cocos con su punta de metal afilado, así como las obras inspiradasen las vitrinas que abundan en los kioskos de los litorales antillanos son elementos  primordiales que, como testigos silentes pero visualmente elocuentes, nos hablan de una actividad ancestral que  aunque vigente,  todavía sostiene económicamente a familias enteras. En que estos y otros objetos (serruchos, azadas, machetes, etc.), con superficies desgastadas por el uso, se lee la actividad de las trabajadoras y los trabajadores que los utilizaron. Las ambiguas presencias que proyectan las pencas de las palmas dentro del conjunto, son índices del entorno playero y de la militancia ecológica, que  plantea, con presencia y protagonismo, la memoria de la estirpe puertorriqueña que  segura de lo que es y  sabiendose  claramente dónde está,  celebra y lucha por su espacio vital, sin claudicar ante la adversidad.

La identidad puertorriqueña se forja día a día en todos los sectores de nuestra sociedad. Cada uno aporta su respuesta a la experiencia del vivir, sea en la ínsula o en la diáspora. Intentar privilegiar las aportaciones de unas instancias sobre otras, sería discriminar y, por cosecuencia, invisibilizar y anular las posibles contribuciones a nuestro intento de mejorar como seres humanos. En mis ensamblajes y dibujos al carbón sobre camvas, cantarle a la gesta comunitaria, no es únicamente una manera feliz de insertarme y sintonizarme con ciertas expresiones paralelas del arte contemporáneo global, que  proponen lo local y lo diferenciado como fuentes primarias de inspiración y de contenido. También es una forma de visibilizar, mediante el símbolo, vivencias específicas que en muchos casos son descartadas por las agendas que institucionalizan los intereses políticos, económicos y religiosos del dirigismo cultural de turno. Homenajear a la comunidad a través de la presentación de los vestigios materiales que la representan, es valorar el aporte de la microhistoria y a la vez sugerir lo autobiográfico como parte fundamental de las estrategias de un programa expresivo que intenta crear, desde lo particular y lo específico, una estética que, como una misa incluyente y totalizante, refleje desde la lectura polisémica de sus significados, a la humanidad entera.

Daniel Lind Ramos

En exhibición hasta el 2 de febero de 2014.


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