Ektor Rivera
Puerto Rico en mi presenta a Ektor de cuerpo entero. El arte como modo de intervenir, en que lo sensible y lo espiritual se unen; el arte como fusión de artes, donde lo musical y lo teatral se desplazan sutilmente en las superficies cromáticas. Colores cálidos y fuertes. Intensos y exuberantes. Significados que invitan a la reflexión. Las obras de esta exposición revelan una tensión, una lucha entre protagonistas. La luz y la figura, los colores y los cuerpos, están siempre presentes; y, a la vez, una propuesta pictórica que obliga a la interpretación y exige lecturas reflexivas.
La obra de Ektor es caribeña y puertorriqueña, no importa dónde él esté. Puerto Rico es generoso con su luminosidad y riqueza cromática, y él la captura con elegancia en la escala monumental de sus piezas. La puertorriqueñidad aparece siempre de modo regio y contundente; un orgullo peculiar que tiene en la bandera su emblema, y que la diáspora boricana exhibe como eje de su resistencia. Obras como Instinto, Obreros de la patria y Resistencia son sus testimonios; también Las Vírgenes, reminiscencias del arte sacro, acompañada de instrumentos musicales típicos en la Virgen de invierno; con flores y margaritas en la Virgen de primavera, y con mar y cocos en la de verano.
Las obras de esta exposición están pobladas de temas que han perseguido a Ektor por largo trecho. La fuerza de la energía entre lo humano y los objetos, esos campos magnéticos tan presentes en E.R.A. y Éter. Las formas geométricas que todo lo conectan en el espacio, que aparecen y reaparecen vestidas, atenuadas de color. El balance y el equilibrio como poder subjetivo, como fuerza que llama a la quietud y a la serenidad. Lo mismo y lo otro, el adentro y el afuera, los opuestos que se atraen, son ideas recurrentes que muestran su interés por los binomios interpretativos, tan cercas de la reflexión filosófica. El tema privilegiado de la mujer, su cuerpo y su energía, habita en sus obras por largo tiempo, presentadas aquí en grabados en plexiglas como Goddess, o en obras como Perfil de Gea, Madre Tierra en Astra y Musa Antillana.
La exposición se divide por medios y formas estéticas. De un lado, los exuberantes acrílicos sobre canvas; de otro, los delicados grabados sobre plexiglás, y las formas mixtas, exploratorias, en el entrecruce de la fotografía, el acrílico y el vinyl adhesivo. Un diálogo subterráneo con la tradición plástica universal parece revelarse en varias piezas de Ektor. Ese intercambio es evidente en la obra XV-XXI; más sutil en Me sabe a New York, que recuerda a Warhol, y palpable en Interludio y Amor color mariposa en interacción con el surrealismo. La conversación no se limita a los universales. El grabado es una de las aportaciones significativas del arte gráfico puertorriqueño, desde Homar, Tufiño y Alicea, que él rescata en su arte de los cristales de modo magistral.
Esta propuesta pictórica de Ektor tiene temporalidad, pertenece a un momento de su desarrollo artístico, plural y sin fronteras. Pero, sobre todo, transmite una ética, un respeto por el país que lleva adentro, por una memoria que lo ata inescapablemente a este lugar, de donde salieron sus sueños, sus preocupaciones metafísicas, su romanticismo y sus vivencias profundas.
Dennis Alicea