La obra de Luis Miguel de Jesús que tenemos para nuestro juicio compendia el fluir intelectual propio de una era en que se abrieron metas afines para poder plantear proyectos futuristas, destinados a nuevas concepciones del mundo, el hombre y la vida. Nuestro artista ha buscado dentro de los marcos tradicionales, caminos centrífugos para sentar las bases de un discurso estético que permita entender los elementos cognitivos de un período en función de hallar bifurcaciones que tomen como base lo existente y a la vez establezcan un abanico de rutas investigativas a la estética.
La ecuación a la cual el artista ha prestado atención especial es la fusión resultante de pensamiento y creación. De cierto modo, lleva a las artes a un plano pitagórico donde entran en vigor funciones teóricas encargadas de determinar las vías a tomar en consideración, a fin de lograr la combinación previamente mencionada. Reconoce a la vez sus limitaciones para que sirvan de guía a las ambigüedades creativas conformadoras del estilo. De ahí que ocasionalmente sienta el imperativo de ingresar en planos abstractos, con la intención de reconfigurar una imagen que responda al creador y su tiempo.
Alcanzar momentáneamente la no objetividad origina un fenómeno de alineamiento donde el producto artístico, su productor y el contemplador comiencen a sopesar los cambios naturales que ocurren en el espíritu, la siquis y la vida natural que determinan los tiempos a los que responde el individuo. En cierto modo, está haciendo poesía cromática a través de la plástica, pues en ella se integran las fuerzas gravitativas interna, externa, y también los misterios y los contrasentidos que mantienen vivas las llamas vitales.
En la obra ante mi consideración, hay una consciencia de consolidación. Se aspira a ver simultáneamente el alma de occidente. En las realizaciones, Luis propone de alguna manera descubrir el alfa y la omega de la existencia. Pues en su obra solo existe la chispa de excentricidad no planificada, debido a que su producción artística ha entrado “ex profeso” en intenciones enciclopédicas donde se busca lo universal en lo particular. De ahí afloran imágenes enigmáticas donde el yo es suprimido para dar paso a un saber incorruptible donde el ego da paso a la realidad desnuda.
En ese aspecto hace coincidir una mayéutica a través de la cual nos recuerda planteamientos socráticos que dieron base a la consolidación de la civilización occidental. Es el diálogo el factor que mantiene coherente todos los aspectos de la vida y los factores esotéricos. Ello abre horizontes a convicciones y enigmas, de ahí que la figura de espaldas al teatro de lo absurdo, cuyos actores son representados con máscaras similares hechas de bolsas de papel estraza y cuyos espectadores permanecen ignorando el espectáculo televisado simbolizan la tragedia de la deshumanización, al punto que el único da cara es el perro de la familia. Significa así la enajenación de una generación que está en busca de un nuevo imaginario para poder dar sustancia a sus vidas. Están, por lo tanto, a la disposición para continuar un diálogo espontáneo que le permita sustanciar su estadía en el mundo. Parecen clamar por realidades aunque sean esquivas que den respuestas a sus planteamientos y funcionen como mutaciones emotivas cuyo valor cobra fuerza con las aproximaciones. De esta manera, de Jesús nos da una visión existencial y altamente crítica del momento en que vivimos.
José Pérez Ruiz, Ph.D
Crítico de arte
Asociación Internacional de Críticos de Arte (AICA)
San Juan, PR - 13 de febrero de 2016